En otoño, las musas desayunan con diamantes y adoptan tonos marrón. Parecen inexpresivas porqué solo sonríen hacia adentro. Funden el horizonte con miradas perdidas a un punto inalcanzable para los pobres mortales. Y te derriten como un flan con susurros que convierten tus oídos en el punto más erógeno de esta ciudad sodomita...
dissabte, 23 d’octubre del 2010
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